Este último año ha venido lleno de cambios. Cambio de empresa, cambio de actividad laboral e independencia en casa propia. Solo me quedaba cambiar el blog.
Después de año y medio de funcionamiento esta afición me ha proporcionado muchas más alegrías, y lectores, de las que nunca llegue a imaginar. Con el tiempo, los textos se han hecho más largos y he ido mejorando el diseño dentro de mis limitaciones y los problemas de Blogger. Para evitarlos, hace unos meses estuve pensando en migrar a Wordpress siguiendo el ejemplo de otros blogs. Tengo que agradecer los consejos de Shora y Alpoma sobre el alojamiento y los pasos a seguir en la migración pero la falta de tiempo para el traslado y el mantenimiento posterior me hicieron dudar y deje aparcada la idea.
Y en eso estábamos cuando, gracias a una compañera, surgió la oportunidad de colaborar con RedGiga, una empresa que desde 1.998 viene creando y desarrollando negocios web, blogs y comunidades virtuales en Internet. Ellos se ofrecieron a integrar mi blog dentro de su red, poner la infraestructura y el mantenimiento y dejarme a mí toda la parte de contenidos. Espero que esto me deje algo más de tiempo para dedicarme a escribir anotaciones que es lo que realmente me gusta.
Para bien o para mal, Cienciadebolsillo.com mantendrá el mismo estilo ya que el autor sigue siendo el mismo. Si espero ampliar un poco el tipo de contenidos introduciendo algo más de tecnología como me pide mi lado “ingenieril”. Por otro lado, me he comprometido a subir algo la frecuencia de publicación, al menos un texto semanal, algo que más de uno me habíais pedido con anterioridad.
RedGiga ha creado la nueva página y se ha encargado de copiar todos los textos anteriores que también permanecerán aquí. A partir de ahora este blog se traslada a cienciadebolsillo.com y también cambia la dirección de sindicación (http://feeds.feedburner.com/ciencia_de_bolsillo). Esta es la dirección principal con la entrada reducida, en la parte inferior hay una experimental con texto completo de las anotaciones. En unos días espero que también este preparada la sindicación de comentarios.
Tengo que pediros que cambiéis las suscripciones con la nueva dirección y que me comentéis cualquier posible problema que espero que sean pocos. También agradecería que los que tengáis enlaces los cambies a la nueva dirección.
Y para empezar la nueva etapa, un aniversario. 30 años de la vida sin fotosíntesis. ¡Nos vemos!
Ciencia de bolsillo
Ciencia y Tecnología para entender la vida cotidiana y la Historia reciente.
18 julio 2007
02 julio 2007
¿Alguien se acuerda de las pulseras magnéticas?
Fue una plaga que arraso con todo. De la noche a la mañana las muñecas se llenaron de pulseras. El tiempo puso cada cosa en su sitio y las pulseras en los cajones pero, desgraciadamente, añadir un par de imanes sigue consiguiendo que un producto normalito multiplique su precio por diez.
¿Un invento moderno? ¿Un gran descubrimiento científico? Más bien no.
¿Entonces un remedio olvidado que al fin es redescubierto? Difícilmente. Muchos supuestos remedios se olvidan por una buena razón. A finales de los ochenta se vendieron en España millones de pulseras magnéticas. Seguro que todos los que tengan edad suficiente conocen a alguien que la compro y que ahora no la lleva. ¿Tal vez porque dejaron de funcionar? O quizás porque nunca lo hicieron.
Que fácil y que agradable seria tener ese remedio. Sobre todo en caso de enfermedades y problemas de salud. Tal vez sea comprensible que llevemos quinientos años, o toda la historia, soñando con soluciones mágicas para ellos. Pero, en alguien momento, hay que volver a la realidad. En la época de Paracelso la gente moría más joven, más enferma y en peores condiciones que en la actualidad. No creo que supiesen más que nosotros.
Y puestos extraer dinero es mejor ir rotando las ofertas. Una vez vendidas las pulseras magnéticas, se puede pasar a los collares de ámbar o a las piedras y cristales curativos. Un cambio imprescindibles para justificar el gasto, para olvidar la absoluta ineficacia de los métodos anteriores y para continuar manteniendo el negocio. Y la gente sigue comprando con la misma fe en que, esta vez si, sea la solución perfecta.
No es mi intención criticar a las personas que compran estos objetos sino a los organizadores y propagandistas de estas supuestas “terapias”. Todos somos susceptibles a autoengañarnos cuando están en juego determinados deseos y necesidades. Yo mismo tengo mis puntos vulnerables aunque estén en ámbitos distintos. Lo cierto es que esta anotación es sobre todo para sacarme la frustración de ver como un familiar muy cercano se ha gastado sus penosamente acumulados ahorros en un “cubre colchón y almohada magnéticos”. Algo que no he sido capaz de evitar y aun me duele.
Categoría: Ciencia en general
¿Un invento moderno? ¿Un gran descubrimiento científico? Más bien no.
“Paracelso utilizaba un imán para aspirar las enfermedades del cuerpo y enterrarlas dentro de la Tierra”
Carl Sagan, El mundo y sus demonios, pg. 74
¿Entonces un remedio olvidado que al fin es redescubierto? Difícilmente. Muchos supuestos remedios se olvidan por una buena razón. A finales de los ochenta se vendieron en España millones de pulseras magnéticas. Seguro que todos los que tengan edad suficiente conocen a alguien que la compro y que ahora no la lleva. ¿Tal vez porque dejaron de funcionar? O quizás porque nunca lo hicieron.
Que fácil y que agradable seria tener ese remedio. Sobre todo en caso de enfermedades y problemas de salud. Tal vez sea comprensible que llevemos quinientos años, o toda la historia, soñando con soluciones mágicas para ellos. Pero, en alguien momento, hay que volver a la realidad. En la época de Paracelso la gente moría más joven, más enferma y en peores condiciones que en la actualidad. No creo que supiesen más que nosotros.
Y puestos extraer dinero es mejor ir rotando las ofertas. Una vez vendidas las pulseras magnéticas, se puede pasar a los collares de ámbar o a las piedras y cristales curativos. Un cambio imprescindibles para justificar el gasto, para olvidar la absoluta ineficacia de los métodos anteriores y para continuar manteniendo el negocio. Y la gente sigue comprando con la misma fe en que, esta vez si, sea la solución perfecta.
No es mi intención criticar a las personas que compran estos objetos sino a los organizadores y propagandistas de estas supuestas “terapias”. Todos somos susceptibles a autoengañarnos cuando están en juego determinados deseos y necesidades. Yo mismo tengo mis puntos vulnerables aunque estén en ámbitos distintos. Lo cierto es que esta anotación es sobre todo para sacarme la frustración de ver como un familiar muy cercano se ha gastado sus penosamente acumulados ahorros en un “cubre colchón y almohada magnéticos”. Algo que no he sido capaz de evitar y aun me duele.
Categoría: Ciencia en general
24 junio 2007
Vapor sobresaturado, rastros de burbujas y contadores Geiger – Segunda parte
¿Buscando algo inestable para tu detector de partículas casero? ¿Qué tal un liquido a punto de entrar en ebullición?
Con ese principio básico, Donald Glaser desarrollo a mediados del siglo XX la cámara de burbujas. En esencia era un cilindro que contenía un líquido transparente a una temperatura justo por debajo de su punto de ebullición. Pero esa temperatura depende de la presión. Moviendo un pistón descendía la presión y comenzaban a formarse burbujas mientras el líquido entraba rápidamente en ebullición. Y, al igual que en la cámara de niebla, la radiación favorecía la formación de iones y estos la formación de burbujas. Burbujas que crecían rápidamente al disminuir la presión.
Así que el problema se trasladaba a la detección, entre un montón de burbujas, de un rastro, una trayectoria, que nos indicase la presencia de radiación, su carga eléctrica e incluso su velocidad. Para ello se utilizaban conjuntos de cámaras dispuestos alrededor del cilindro. Este logro proporcionaría el premio Nobel a su inventor.
Pero no puedo acabar sin hablar del contador de partículas mas conocido y “peliculero” de todos. El contador Geiger. Este detector tiene un principio similar a los anteriores. Aquí el desequilibrio es eléctrico. Tenemos un tubo cerrado lleno de gas con un fuerte campo eléctrico. Un campo lo bastante débil para no arrancar electrones del gas pero lo bastante fuerte para acelerarlos. De esta forma, una débil radiación puede arrancar un electrón que será atraído al polo positivo. Al ganar velocidad y golpear otros átomos se desprenderán aun mas electrones provocando una “avalancha” de electrones, en resumen, una corriente eléctrica. Algo así como el grano de arena que derrumba una montaña de playa. Añadiendo amplificadores y un altavoz, esta corriente se transforma en el clásico chirrido de tantas películas. A cambio no es muy preciso. El nombre de contador viene porque cuenta las partículas, o en algunos casos la radiación gamma, pero no dice casi nada sobre su composición o energía.
Siempre me ha impresionado el ingenio utilizado para investigar hace décadas o siglos sin toda la tecnología que ahora tenemos a nuestra disposición. Tal vez sea por un recuerdo infantil. No puedo evitar imaginarme a MacGyver utilizando una botella de Coca-Cola agitada como detector de partículas. Vale, seguro que no funcionaria pero quedaría genial en su lista de problemas resueltos.
Categoría: Física
Con ese principio básico, Donald Glaser desarrollo a mediados del siglo XX la cámara de burbujas. En esencia era un cilindro que contenía un líquido transparente a una temperatura justo por debajo de su punto de ebullición. Pero esa temperatura depende de la presión. Moviendo un pistón descendía la presión y comenzaban a formarse burbujas mientras el líquido entraba rápidamente en ebullición. Y, al igual que en la cámara de niebla, la radiación favorecía la formación de iones y estos la formación de burbujas. Burbujas que crecían rápidamente al disminuir la presión.
Así que el problema se trasladaba a la detección, entre un montón de burbujas, de un rastro, una trayectoria, que nos indicase la presencia de radiación, su carga eléctrica e incluso su velocidad. Para ello se utilizaban conjuntos de cámaras dispuestos alrededor del cilindro. Este logro proporcionaría el premio Nobel a su inventor.
Pero no puedo acabar sin hablar del contador de partículas mas conocido y “peliculero” de todos. El contador Geiger. Este detector tiene un principio similar a los anteriores. Aquí el desequilibrio es eléctrico. Tenemos un tubo cerrado lleno de gas con un fuerte campo eléctrico. Un campo lo bastante débil para no arrancar electrones del gas pero lo bastante fuerte para acelerarlos. De esta forma, una débil radiación puede arrancar un electrón que será atraído al polo positivo. Al ganar velocidad y golpear otros átomos se desprenderán aun mas electrones provocando una “avalancha” de electrones, en resumen, una corriente eléctrica. Algo así como el grano de arena que derrumba una montaña de playa. Añadiendo amplificadores y un altavoz, esta corriente se transforma en el clásico chirrido de tantas películas. A cambio no es muy preciso. El nombre de contador viene porque cuenta las partículas, o en algunos casos la radiación gamma, pero no dice casi nada sobre su composición o energía.
Siempre me ha impresionado el ingenio utilizado para investigar hace décadas o siglos sin toda la tecnología que ahora tenemos a nuestra disposición. Tal vez sea por un recuerdo infantil. No puedo evitar imaginarme a MacGyver utilizando una botella de Coca-Cola agitada como detector de partículas. Vale, seguro que no funcionaria pero quedaría genial en su lista de problemas resueltos.
Categoría: Física
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