La semana pasaba hablamos de la necesidad de protegerse frente al sol . Este es un problema común a todos los animales aunque siempre tenemos la posibilidad de buscar la sombra. Sobre todo en las horas de mayor intensidad solar. Pero ¿cómo se protegen las plantas que son incapaces de moverse?
Para empezar las plantas no pueden reflejar la luz solar como un espejo porque la necesitan para vivir. Tampoco pueden absorber toda la energía sin más, ya que se recalentarían y perderían demasiada agua. Las plantas han tenido que desarrollar compuestos muy potentes para defenderse. Son tan poderosos que los animales los ingerimos para aprovecharnos de su eficacia.
Los carotenoides son una familia con casi 600 compuestos diferentes. Se dividen dos familias, las xantofilas y los carotenos. Las xantofilas son compuestos de color amarillo o parduzco presente en mayoría de las plantas aunque suelen estar enmascarado por la clorofila. Así que solo podemos verlos en otoño. El ciclo de la xantofila es un proceso por el cual se van alternando tres compuesto químicos diferentes, absorbiendo y cediendo energía. De esta forma se disipa la energía de la radiación solar sin perjudicar a la planta.
Los carotenos actúan de otra forma. Según las últimas investigaciones sobre los carotenos , son capaces de absorber la radiación solar generando electrones que son conducidos a sitio seguro. ¿Recordáis lo que comentábamos sobre la conductividad de la melanina?
Y no solo protegen de la radiación ultravioleta. Los carotenoides tienen muchos efectos beneficiosos, como antioxidantes, anticancerígenos o precursores de la vitamina A. Como los animales no podemos producirlos debemos conseguirlos de la alimentación. Utilizamos los compuestos producidos por las plantas para protegernos y mejorar nuestra salud. Aunque no somos los únicos. Curiosamente, el color rojizo de las langostas es producido por un tipo de carotenoide. Así que si acabas con el típico rojo-cangrejo piensa que ellas si están protegidas, ¡¡pero tu no!!.
Sin embargo, no hay que olvidar que toda esta protección tiene un límite. Si crece en exceso la intensidad de la radiación ultravioleta, por ejemplo por el agujero en la capa de ozono, puede superarse la capacidad de respuesta de las plantas.
Demasiados ultravioletas reducen la fotosíntesis de las plantas, disminuyen la absorción de CO2 y pueden provocarles problemas de desarrollo o volverlas mas vulnerables a insectos y plagas. Afortunadamente, últimamente se multiplican las noticias positivas que nos hablan de una progresiva reducción del agujero de ozono. Parece que las plantas están a salvo y, con ellas, también nosotros.
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Categoría: Biología
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